La gente se escuda en la crisis para pedir recortes, se escuda en la falta de solvencia económica de nuestros políticos, para exigir, que ese dinero no vaya a algo no solo necesario sino sangrante en nuestro territorio, que es la protección animal.

Pero las protectoras, que siguen a flote generalmente gracias a voluntarios, están cansados/as de tener que sacar las castañas del fuego a los políticos y administraciones. Porque la tarea de educar, concienciar, multar y controlar no es nuestra, pero como ellos tampoco la han llevado a cabo, nos toca a nosotros recoger las migajas, que en estos últimos tiempos no son tal, sino panes enteros, no hay refugio con hueco libre, no hay pueblo sin perro abandonado, no hay más que miserias en todas las esquinas, y parece que nuestra queja sea una plañidera constante y monótona…

No, señores, que haya crisis no es excusa para dejar de lado este problema, muy serio, que debería haberse abordado hace ya muchos años.

Los esfuerzos de quienes están cada día más sensibilizados, no pueden parar esta riada de maltrato encubierto como crisis y unos pocos voluntarios no sacarán de la calle tanto animal abandonado si no ponen algo de su parte los demás, los ciudadanos que exigen, los que callan, aquellos que conspiran cruelmente qué harán con esa camada una vez que nazca, «si a mí me da igual, total, los cogerán esos locos de la protectora…» ¿Para cuando  una solución?